En 1961 el artista conceptual Piero Manzoni, presentó una obra singular. En un formato de latas, de 9 milímetros de alto por 6 de diámetro, perfectamente sellada, una obra que representaba una sátira sobre la mercantilización del arte apoyada, precisamente, en un packaging propio de productos de gran consumo (comida, tabaco, café….). La obra, expuesta en la Galleria Pescetto, tuvo una gran repercusión mediática como de otro modo no podría haber sido, a tenor del elocuente título de la pieza artística: merde d’artiste. Por lo visto, al artista italiano le pareció el título en francés más dotado de glamour. La obra sigue expuesta en diferentes importantes museos del mundo. Tanto es así que, el precio más alto que en las contadas ocasiones que se subasta una de estas magníficas latas ha sido de 275.000€ en una respetada galería de Milán.
Sin entrar en valoraciones artísticas o puramente estéticas, cabe preguntarse cuánto vale un determinado producto o servicio. O, dicho de otra manera, qué elementos ajenos al propio producto o servicio son los condicionantes de su precio. Discúlpenme por el espóiler: nadie lo sabe (a ciencia cierta). Lo que sí sabemos es que la emoción juega un papel fundamental. Y las emociones, ya sabemos, son las que nos propinan todo tipo de fortuna o fatalidad. Podríamos decir que las emociones son una especie de ruleta rusa con dos balas, una de fogueo y una real. Las opciones de que nos toque alguna de las dos después de girar el tambor es muy similar, es decir, todo a favor, todo en contra. Y podemos jugar y esperar que el percutor se encuentre favorablemente con una de las cuatro cámaras vacías.
Entre crear una obra (o pretenderla) es un acto inocuo más allá de un desafío a los falsos connaisseurs que no distinguirían entre un Château Margaux de un brick de vino de mesa debidamente presentado. El arte tiene estas cosas, que cabe todo. Pero la economía (como la vida) tiene otros pulsos. Por eso no nos la jugamos, ni una ni la otra, a la ruleta rusa. ¿Quién en su sano juicio apostaría su dinero al azar de una ínfima posibilidad? De alguna manera sí lo hace buena parte de la ciudadanía. Primero, dejando su dinero de forma pasiva (banco, cajón, colchón, caja fuerte…) sin que le produzca más que devaluación (inflación) o miedo (robo, incendio, inundación…). Otros, más valientes, apuestan a fondos sin control, con riesgos no calculados o entregan sus ahorros a las promesas de los instagramers prometiendo pingües beneficios antes de irse a dormir. Ni el miedo ni la valentía son la solución. El conocimiento y el asesoramiento profesional. Nothing else under the sun.
Los resultados a corto plazo no existen más allá de que toque la lotería, lo que es más difícil que el percutor encuentre 4 huecos en la cámara del revolver. La lotería es un impuesto como cualquier otro pero de pago voluntario. Es curioso las hordas de personas dispuestas a pagar alegremente este tributo. Y descartado el revolver (alegoría extensible al bingo, casa de apuestas, …) por un lado, y la desmitificación de quienes prometen hacernos ricos en media hora, nos queda delegar en manos expertas entre los muchos consultores y consultoras financieras que saben que el medio y largo plazo es donde converge la rentabilidad. Soy uno de ellos, uno de los más de 6.000 consultores en Europa, más de 1.500 en España que trabajamos en OVB, una compañía que desde hace 55 años ayuda a todas las personas (independientemente de su renta y capacidad de ahorro) a planificar su economía para que su capital (sea el que fuere) se adeptas a las numerosas opciones de inversión y de ahorro que ofrecemos. Desde una planificación sencilla para la creación de hábitos de ahorro hasta inversiones con altas rentabilidades y riesgo minimizado, pasando por el acortamiento de hipotecas, seguros y protección patrimonial.
Porque con el arte podemos arriesgar, provocar, agitar o -incluso- fracasar, pero lo que no podemos hacer es enlatar, como hizo en 1961 el artista conceptual Piero Manzoni, nuestra merde économies para convertirla en un futuro prometedor donde cumplir nuestros sueños, personales, profesionales y -por qué no- artísticos.

