Sleepwalker, San Agustín y tu bolsillo.

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¿Alguna vez has pensado en cuánto vale tu tiempo? Sí, tu tiempo. ¿Cuánto vale tu hora? El tiempo es aquello que si lo piensas sabes lo que es pero que si tienes que definirlo no encuentras las palabras. La cita de de Agustín (San) de Hipona. Filósofo y teólogo que especuló sobre el tiempo en los albores del primer milenio de la era común.

Y no es baladí la reflexión. Vivimos por tiempo. Es más, vivimos en una vertiginosa cuenta atrás que en cualquier momento puede detenerse. Por eso es tan valioso, porque no sabemos su durabilidad. Podemos ponerle precio a la onza de oro. A un Maserati. A un Rolex. A una barra de pan. Pero no sabemos ponerle precio a nuestro tiempo.

Para cada cual tendrá un valor. O, peor, el valor que otros le den. Por ello, la organización del tiempo no va tanto de una optimización de la hiper productividad para que nos pasemos la vida sin tiempo a cambio de mucho dinero. Y, tampoco, lo es una pauperización de la cotización que hacemos de nuestro tiempo a cambio de un salario.

Podemos trabajar 12 horas al día a cambio de 10mil euros mensuales o 1mil, tanto da si no hacemos caja de tiempo. Si no somos capaces de ser abundantes en tiempo, ¿de qué nos sirve el dinero? Para el futuro, dirán algunos. ¿Qué futuro? Para mis hijos, ¿les has preguntado si prefieren que les dejes un apartamento en la playa o que pases más tiempo jugando con ellos? La respuesta es obvia.

Todos buscamos un incremento de nuestro dinero. Pero olvidamos el valor tiempo. ¿Cuántas horas te ha costado tu coche? ¿Y tu casa? Sí, sí, lo sé. No me estoy refiriendo que debas prescindir de bienes materiales. En absoluto. Lo que trato de explicar es que lo más interesante es sumar tiempo (o no restarlo, que viene a ser lo mismo pero en chungo) para que disfrutes de tu coche y de tu casa, para que el primero no sea un mero transporte a tu trabajo y lo segundo donde te duchas y poco más.

Ganarás el pan con el sudor de tu frente, dice la cita bíblica. Y nos lo hemos creído de forma literal. Después de milenios de civilización no nos hemos enterado de que cuanto más horas se trabaja, paradójicamente, no es que se gane menos (que también) sino que hay un techo, a menos que seas el super héroe Sleepwalker, o no tengas aprecio alguno por tu vida y centres tu vida en un ciclo virtuoso consistente en comer, trabajar, defecar. Y no estoy exagerando. Buena parte de población es un poco el super héroe de Marvel. Lamentablemente, inevitablemente en zonas geográficas del planeta pero en este lado abundante del mundo es inconcebible

El sudor de tu frente no es el derivado de trabajar 12 horas en una frenética gincana de a ver quién suda más. Se trata del trabajo incesante que debes pilotar entre tu mente consciente e inconsciente para llegar a conclusiones creativas sobre el modo en que quieres vivir y, sobre todo, el modo en que quieres disfrutar de estar vivo en virtud del derecho que has adquirido con tu nacimiento. 

¿Te imaginas edificar una vida donde tus ahorros trabajan para ti? No es un capítulo de Sleepwalker. Te hablo en serio. Igual que no nos han ensañado a explorar las infinitas posibilidades que nos ofrece el mercado laboral, o las ventajas que la tecnología nos ofrecen si hacemos un uso racional y creativo, o la forma de construir un presente continuo y no un futuro incierto con salud, de igual forma, digo, sucede con la educación financiera.

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